martes, 8 de marzo de 2016

Entrenamiento montaña 6 marzo 2016

Era fin de semana y tocaba montaña. Me estoy acostumbrando a hacer este tipo de salidas y si por algún motivo no puedo salir parece que la semana siguiente me falta algo.

 Como de costumbre la noche anterior deje todo preparado, hasta lo más mínimo, con el fin de no perder mucho tiempo a la mañana siguiente y como dicen por aquí, "salir con la fresca". En esta ocasión el reloj marcaba las 07:55 cuando comencé. Hacía algo de fresco y el viento soplaba suave, aunque según la predicción no tardaría en aumentar.

En esta ocasión opte por llevar mochila de hidratación ya que tenía pensado en un principio superar los treinta kilómetros. La ruta la llevaba en la cabeza bien definida aunque como relatare más adelante tuve que modificarla.

Comencé suave, cogiendo ritmo poco a poco, decidí llanear casi dos kilómetros antes de empezar con la ascensión. La primera subida a la fuensanta, fue bien, me encontré bastante cómodo, las pulsaciones controladas, y con ganas de seguir calentando motores. Cuando llegue al santuario no di la vuelta que suelo dar en multitud de ocasiones con el fin de recuperar un poco, por el contrario seguí subiendo en dirección a la balsa. Este segundo trayecto también fue muy bueno. Me sentía con energías y las piernas muy sueltas, me estaba metiendo sin darme casi cuenta en los primeros diez kilómetros.



Una vez llegue a la balsa me detuve un momento para quitarme el cortavientos, beber algo y tomar una gominola, en esas estaba cuando me encontré a Enrique, que había quedado con David para salir a correr. Me invitaron a acompañarlos, pero ese día, me apetecía seguir en solitario, y es que es algo que me gusta y puede que alguna vez le dedique hasta una entrada en el blog, ya que me encuentro muy cómodo en esa soledad, sobretodo por montaña, y casi que es un gustazo no escuchar otra cosa que mis propias pisadas...

Después de saludar y hablar unos cuantos minutos con David y Enrique, continué con mi ruta. Tal vez fue demasiado esos diez o quince minutos que me pare a hablar, el caso es que afronte la subida de el sequén con más ánimo que fuerzas y justo en la última recta y donde la pendiente se vuelve cruel mis piernas dijeron que ya estaba bien de seguir corriendo y se pusieron a andar, a buen ritmo eso sí, pero no tuve el empuje de seguir corriendo. Tuve que luchar un buen rato con mi lado más pesimista que no paraba de recordarme que tenia pensado subir todo sin detenerme a andar y que no había sido capaz. Suerte que sé sobradamente que esto no sirve para nada, y decidí por centrarme en que lo importante era que iba a realizar muchos kilómetros, que estaba progresando mucho en los apenas tres meses que llevo desde que retomé los entrenamientos y que ya tendría días mejores.

De esta manera llegue al relojero. Desde el sequén al relojero fui andando casi todo el tiempo a un buen ritmo eso sí, una vez llegue, tocaba descenso hacía los puros, un trayecto muy extenso y que puede llegar a resultar agotador a pesar de ser bajada.

Este tramo lo realice con buen ritmo. Las piernas empezaban a estar cansadas y es que ya eran casi veinte kilómetros los que llevaban a cuestas. Fue cuando recapacite y decidí modificar el recorrido y en vez de volver realizando la subida hasta la cresta del gallo desde el puerto de garruchal, decidí descender el puerto completo y volver por los pueblos de San José y los garres. Creo que fue un acierto ya que llegue a casa bastante cansado y los días posteriores me encontré con algo de sobrecarga muscular. Y es que es mejor en esto del running ir poquico a poco.

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